La diplomacia del blog o A solas con el (ex)enemigo.

Paquito el de Cuba.- Es la primera vez en mi vida que veo de cerca a diplomáticos estadounidenses. Y no a cualquiera de ellos, sino al Coordinador para Asuntos Cubanos del Departamento de Estado y a dos importantes funcionarios de su recién abierta embajada en La Habana.

No les engaño si les digo que me sorprendió mucho cuando el martes en la tarde recibí la gentil invitación a este encuentro, que como admití ante ellos desde el inicio, para mí habría resultado casi imposible de concebir antes de los sucesos del 17 de diciembre pasado.

La compañía no podía ser mejor, una bloguera y otro bloguero amigos, más dos muchachas artistas. Por la parte norteamericana, el señor Mark Wells, quien está en Cuba para participar este viernes en la primera reunión de la Comisión Bilateral Cuba-EE.UU. y cuyo cargo ya mencioné al inicio; junto con Scott I. Hamilton y Gilberto “Beto” Torres-Vela, Jefe Adjunto y Jefe Económico respectivamente de la Embajada.

No hubo protocolo, ni grabaciones, ni notas —al menos por nuestra parte—, así que reproduzco de memoria los puntos más relevantes que pude retener de nuestra interesante, amable y distendida conversación de alrededor de hora y media, en el Café Laurent, un acogedor y discreto negocio particular en el Vedado.

Lo que más me impresionó de la charla fue una pregunta del señor Wells: ¿Qué no debería hacer el gobierno de Estados Unidos en su relación con Cuba? ¡Impresionante! La mejor señal de buena voluntad que yo podía esperar.

Las cubanas y los cubanos somos muy celosos de nuestra independencia. No deben venir con recetas, ni a decir lo que tenemos que hacer —les contesté más o menos—. Ofrezcan lo mejor que tengan y ustedes crean que sean experiencias o resultados que puedan servirnos para mejorar a Cuba, y déjennos decidir si nos resultan útiles o no.

Otros de mis compatriotas apuntaron también la necesidad de transparencia en tales ofrecimientos. Insistí en que por la historia bilateral desde el siglo XVIII y su mayor poder, Estados Unidos tiene mucho más que cambiar que Cuba, y tal vez les será más difícil hacerlo, para poder lograr esos vínculos normales.

En otro momento no pude resistir la tentación de buscar una noticia como bloguero y periodista: ¿Votará el gobierno de Estados Unidos a favor de la resolución contra del bloqueo económico en Asamblea General de la ONU a finales de este año?, pregunté.

Mark me respondió que no lo creía posible. Sería un cambio demasiado drástico en solo un año. También adujo algo así como que los términos del documento cubano son anticuados, no aceptables. Pero estimó que debe haber cambios en el discurso oficial de la delegación estadounidense, y no descartan otras posibilidades más adelante, incluso la abstención.

Entre risas les recomendamos conversar el tema con la Cancillería cubana, estoy seguro de que el lenguaje lo podrían negociar perfectamente Josefina Vidal y Roberta Jacobson. ¿Imaginan? ¿No sería impresionante la unanimidad contra el bloqueo en la ONU?

Hablamos de mil cosas más. De lo cubano y lo divino. Tal vez debí comenzar diciendo que nos explicaron la intención de dialogar con nuevas voces de la sociedad cubana, y no solo los puntos de vista que tradicionalmente escucharon.

También dedicamos bastante tiempo a responderles la pregunta sobre nuestras ideas acerca del futuro que quisiéramos para Cuba, y cómo lo ven las personas más jóvenes en nuestro país.

Hubo de todo en esa exposición de sueños y esperanzas. Mencionamos más desarrollo económico, conservación de las conquistas sociales, mayor realización individual, más participación ciudadana en la toma de decisiones.

Alguien aventuró que era deseable una menor dependencia económica de los servicios, por la vulnerabilidad que ello implica. También hubo mención a la importancia de mayor libertad de expresión, y hasta algún debate sobre las señales buenas y todavía malas que persisten en ese tema.

No podían faltar las consideraciones sobre la emigración. Con franqueza otro participante opinó que si preguntaban en la calle, muy probablemente muchas personas jóvenes plantearan su deseo de emigrar.

Les conté el caso de un amigo cubano joven que vive en Miami y pasa más tiempo en La Habana que allá. También mi percepción de que la nueva política migratoria cubana permite viajar a más gente, sobre todo jóvenes, sin tener que emigrar.

Si modelo económico que intentamos con una combinación equilibrada de la gestión privada, cooperativa y estatal lograran el éxito, si las fuentes de financiamiento usuales en el mundo estuvieran accesibles para Cuba, si los mecanismos de participación popular fueran más efectivos, el sueño no sería quizás emigrar, razoné.

Añadí que para mí el problema no es tanto que predominen los servicios, en una economía abierta como es la cubana, sino la dependencia de un solo centro de poder. Les recordé a José Martí, quien ya en el siglo XIX abogaba por diversificar las relaciones con distintos mercados para no depender en exceso de ninguno, incluyendo a Estados Unidos.

Pero hubo autocríticas serias. Reafirmé que nuestra sociedad civil necesita evolucionar. Reiteré mi viejo criterio de que las organizaciones fundacionales de la Revolución, renovadoras en su tiempo, no me parecen suficientes ahora.

Hace falta nuevas formas de hacer activismo social, les comenté. Y en el camino para mejorar las relaciones con Cuba, las organizaciones e instituciones de Estados Unidos deberían aprovechar lo positivo que realizan las estructuras estatales existentes, sin descartar las posibilidades que brinda el activismo independiente, pues cada perspectiva tiene sus ventajas y limitaciones.

No obstante, tuve que ser franco en mi sueño. No quiero una sociedad capitalista. Creo en la necesidad de una alternativa al capitalismo como sistema injusto, inequitativo, desigual, a escala nacional y global, les confesé.

La mayor coincidencia, sin dudas, fue alrededor de la interrogante sobre cómo podría contribuir el gobierno de Estados Unidos a ese futuro que nosotros querríamos. Quitar el bloqueo es lo primero, fue la respuesta unánime.

Aquí, además, mis acompañantes abogaron por estrechar las relaciones pueblo a pueblo, más viajes en ambos sentidos, intercambio entre pares, inversiones en infraestructura, transporte, telecomunicaciones, internet.

El jefe económico de la Embajada nos explicó los problemas que a veces enfrentan las instituciones y ONGs de su país para conseguir respuesta de instituciones cubanas a solicitudes de colaboración.

Hubo que admitir que sí. Puede haber y todavía lo habrá por mucho tiempo miedo, burocratismo, desconfianza, temor a posibles represalias.

Mi recomendación en este punto fue que apoyaran todas las transformaciones hacia una mejoría en cualquier asunto. Puse el ejemplo de los derechos de la comunidad LGBTI, o las cooperativas, o en cualquier otro tema.

Si la decisión política del gobierno cubano es enfrentar la discriminación por cualquier motivo, Estados Unidos debería favorecer lo que hacemos en el país al respecto. No negar la posibilidad de trabajar con las instituciones cubanas, aprovechar sus fortalezas, no para serrucharles el piso, sino para lograr mayores avances.

Ante los obstáculos burocráticos, reservas, desconfianzas y miedos, les sugerí hacer ofertas irresistibles. Llenen la Zona Especial del Mariel de empresas norteamericanas, bromeé.

La última inquietud del señor Wells versó nuestra apreciación acerca de la política migratoria de Estados Unidos hacia Cuba. Espinoso asunto. Aproveché para quejarme. Le conté como a mi hermano mayor, que no es revolucionario ni comunista como yo, le acaban de impedir cumplir su sueño de visitar Estados Unidos. Me parece poco transparente la política de visados, dije.

Estuvimos de acuerdo en que es un problema de difícil solución. Argumenté que la muerte en el mar de una sola persona como resultado del estímulo a la emigración ilegal que representa la ley de ajuste cubano sería suficiente para justificar su derogación. Pero con razón mis colegas dijeron que hay balseros haitianos, miles de mexicanos migrantes, y que el flujo migratorio seguirá con o sin ley de ajuste.

Mark nos tranquilizó: No está en nuestros planes quitar la ley de ajuste cubano, dijo categórico.

Destaqué como un cambio positivo clave la reciente decisión cubana de aceptar a los médicos de vuelta y ubicarlos en puestos similares a los que tenían al emigrar o desertar de misiones internacionalistas.

No podía irme sin expresarles el temor que a veces me dan ciertas manifestaciones extremistas todavía palpables en algunos grupos de la comunidad cubana en los Estados Unidos. Habría que lograr que ese extremismo no sea redituable económica ni políticamente, aventuré, si mal no recuerdo con el apoyo de Mark.

Scott, por su parte, nos explicó que hay grandes cambios en emigración cubana y su forma de pensar y actuar, cuyas nuevas generaciones ahora son mucho más favorables al diálogo y al entendimiento.

Solo nos quedamos sin saber un pronóstico de los diplomáticos acerca de quién podría ser el candidato o candidata demócrata a las próximas elecciones. Mark no quiso opinar al respecto, y Scott valoró que es muy pronto. Hasta octubre del próximo año la gente no decide cómo votar, nos dijeron.

Otro bloguero inquieto preguntó acerca de negocios para ampliar el acceso de Cuba a internet y en el campo de las comunicaciones.

Mark nos anunció que había interés de empresas norteamericanas en conseguir acuerdos con Cuba para establecer la opción de itinerancia o roaming para facilitar las llamadas telefónicas entre ambos países, y que el interés resulta mutuo, pero el asunto está pendiente. También reconoció que persisten las dificultades para los posibles inversores de Estados Unidos por las leyes todavía allá existentes.

Hablamos hasta del planteamiento oficial cubano que hubo por estos días sobre la importancia para nuestros jóvenes de estudiar inglés. El Jefe Adjunto de la Embajada nos comentó que quizás en ese tema hasta podrían hacerle a nuestro gobierno algún ofrecimiento de apoyo mediante una nota diplomática ¿por qué no?

Y así nos despedimos, con mucho respeto y cordialidad. Beto nos agradeció por acudir, en particular a mí que iba por primera vez a un encuentro de este tipo. Con dos reuniones más, los convenzo de construir el socialismo, les dije en broma y todos nos reímos satisfechos.

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